Aletse Santiago




Y estar ahí...
...llegar ahí, puntual a la cita con el espejo. Mirar en lo profundo el orgullo del deber cumplido, y la nostalgia por la plenitud de las horas irrepetibles. Ese doloroso ser y no ser, el gozo de saberse a pesar de las incógnitas. La cotidiana lucha por emerger más allá de la imagen, la chispa jamás extinguida, el alma intacta. El grito callado, o esos silencios de agua... cuando no la risa a flor de piel, la mirada pletórica. El cargar culpas propias y ajenas, perdonándolas todas. Encuentros, desencuentros, re-encuentros. El plantar y plantar para cosechar, el pertenecer, el conato de fugas inciertas. Ese callar sabio para salvar el pellejo, ese rendirse a la paz sin claudicar. El incomprendido volar que no te aleja de nadie, sino que te acerca más a ti. Querer estar. Hilvanar deshilvanar a tiempo y destiempo hilos de cordura. La paciencia en la yema de los dedos para acariciar el trueno. Nombrarse letra a letra, hasta dar con el nombre soy.

Esos dos "yo" que tiran y aflojan cuidando no romperse en la disputa. Ese rogar que no le pidan todo para que le quede algo para dar. Cerrar los ojos vislumbrandoel camino andado. Todos los sentidos alertas por el tramo por recorrer. Sonreír y llorar por las ausencias, las de antes, las de hoy, las de mañana... porque entre más nostalgias tengas es que más cosas buenas has tenido. Llevar con dignidad tristezas que se llevan en la sangre. Amar sin pretextos ni ataduras. Estar en el preciso instante de la conjugación de todos los verbos que se graban a esa piel que por fin ya no es cárcel. Porque el saberse, sólo eso, te libera...

Los cuentos y prosas poéticas contenidos en este sitio no pretenden ser acompañados, sino acompañar... para que juntos, aunque por separado, seas hombreo seas mujer, nos asomemos un poco a esos otros espejos cuyo reflejo podría ser el tuyo, el mío, o el de cualquiera...

Del libro “Silencios de Agua”
Aletse Santiago



QUÉ HERMOSA ERES, MALENA...

Nos han dejado solas, Malena, y sonreímos sin saber por qué. Lo
que sí sabemos es que tenemos urgencia de decirnos cosas, sin embargo
callamos por un momento, silencio que nos regalamos como primer obsequio.
Sentadas frente a frente, jugueteas con el popote de tu vaso, prendo
un cigarro, y empezamos por calar delicadamente las miradas, al tiempo
que buscamos espacios idóneos en nuestros gestos en dónde sembrar
palabras. Hasta ahora tan sólo ha sido un no sé qué, algo que dijiste, algo
que dije yo, como el tocar de una campana a lo lejos que nos llama a lo
profundo.

Lo que sucedió después fue tan natural como el que mi árbol de
mandarinas, dé toronjas... Así de maravillosamente insólito...

Nos han traído el postre, Malena, nos da la pauta para hablar de
duraznos en almíbar, del buen servicio del mesero, y de lo interesante que
estuvo la charla con los demás comensales que ya se retiraron, cuando en
realidad queremos decir: "El instante es todo nuestro..."

Háblame, Malena, háblame... Tu voz empieza a surgir como las
burbujas de tu bebida gaseosa, redondas y vastas en su circular perfección.
Y cuando lo haces, el murmurar del mar parece haber bajado su intensidad
para escucharte. Empiezas por mostrarme cuidadosamente el color del
capullo que te cubre, hasta que, poco a poco, me llevas de la mano a la
raíz desde donde te nacen las soledades, y que ahora tan bien acompa-
ñas...

Qué bien te acompañas, Malena... Me dices que ahora que vives
sola, después de un naufragio en el que él se llevó por fin su propia luna
desahuciada, y una vez superado el dolor, te has mudado a tus interioridades
de una forma plena, con tus maletas llenas de esperanza. Que eso
te ha permitido por primera vez enfrentar lo externo sin miedo, a flor de
piel, con la mejor de tus sonrisas... Qué hermosa eres, Malena... Y me sorprendo
cuando abres tu cofre de versos. Ahora ya no se escucha el susurro
de las olas, ni la música que tenemos de fondo. Sólo tus versos...

No hay nadie ahora que te aplauda efusivamente, Malena... y no
te importa. Te sientes cómoda fuera de toda crítica que pudiera darte aún
más prestigio. Te basta este gesto mío de embeleso, este escuchar tus palabras
desde mi alma. Certeza que te da la pauta de pasar de poema a
poema apenas sin darte respiro, apenas sin que sintamos el tiempo. Unas
cuántas palabras mías entre uno y otro, parecieran ser las chispas que atizan
aún más la antorcha, semejantes a esas nubes ruborizadas por los últimos
rayos del sol. Tus palabras van y vienen... como gaviotas que se
empeñan en ser libres, aún desde la fragilidad de sus alas... Llegué tarde
y no pude escuchar tu recital - donde te llevaste las palmas - y aún así me
premias con versos que dices jamás haber compartido. Por qué a mí
Malena, por qué a mí... si hoy es la primera vez que nos cruzamos en el
camino...

Tal vez, Malena, porque presentiste que podría ver a través de ti.
Obviar tu primera barrera ante el mundo, esa parálisis cerebral que no te
permite tener el control absoluto sobre tus manos frágiles y tu rostro desnudo,
muecas y gestualizaciones heroicas que pasan en un santiamén de
la serenidad de los santos, a la risa de la niña que nunca permitiste que
muriera. Ríes sin pudor, generosa, pletórica... hasta por el gran logro de
llevar a tu boca tu bebida sin haber derramado esta vez ni una sola gota.
A todo pulmón desgajas los minutos y extraes todo su jugo, como si fuera
una de mis mandarinas, sin tomar en cuenta que el tiempo se ha llevado
tu juventud, el brillo y la frondosidad de tu pelo, la suavidad de tus
manos... y que la vida te fue especialmente dura.

Sin embargo, siguiendo sendas diferentes, has llegado a la cima de
encontrarte a ti misma, a desprender el trigo de la espiga, plasmándolo en
líneas y entrelíneas para regalárselas al mundo, como un legado de tu
buena tierra. Has conseguido en tu otoño, renacer lirios y nardos, y que las
golondrinas se queden contigo...

No sé por qué yo, amiga, no lo sé... Y ante mi incógnita, por último
sólo acierto a tomar una servilleta de papel, y escribir unas cuantas
palabras para ti, pues no sé si algún día te volveré a ver...

                                                               "Qué hermosa eres, Malena..."


Aletse



LA JUANA

Los tamales están fríos. Otra vez esa Juana, ¡le falta mucho pa' ser

mujer!...

La comida fría y de seguro al mole le falta sal o azúcar. Pero eso sí,
lo mocha no se le quita, con lo que me enmuina verla vestida de negro -
muy modosita- yéndose a la iglesia a encomendarse a todos los santos,
con su rosario desgastado de tanto sobarlo y su rebozo roído, roído, jalando
a los chamacos con prisa como si le fueran a cerrar las puertas del cielo,
con su trotecito de tucán como cuando me cuida la sombra. Lo bueno es
que ya no me jode con que la acompañe a misa, ni me amenaza con que
las únicas puertas que tendré abiertas pa' cuando me muera son las del
infierno.

De dónde sacaría dinero la Juana pa' tanta comida, cigarros y mi
aguardiente dialitro, si siempre se queja de que no le alcanza el dinero pa'
nada, y quesque ya tiene las manos rajadas de tanto lavar ajeno.
Quejumbrosa me salió la Juana. Y últimamente llora tanto y anda por la
casa como alma en pena por los rincones, como buscando algo, o rogando
misericordia por algún pecado imperdonable. Tan buena que es mi
Juana. Tan rechula que se ve cuando se ríe como la cascada de la barranca,
y se viste con sus trapitos floreados, con su pelito negro y loco trenzado
con los moños de colores que le regalé pa' cuando nos casó el cura. O
cuando se queda calladita, calladita, como pajarito en su nido, sonriente,
con sus ojitos risueños y sus grandes pestañas que me airean la vida. ¡Por
ésta, por ésta que ahora si voy a dejar de tomar! Pa' que se ponga contenta
mi Juana y pue'que hasta me consiga una chambita cortando magüey en
el monte.

Cuánto silencio hay en la casa. A qué hora regresará la Juana.
Prefiero los gritos de los escuincles y las quejas de mi vieja a este silencio...
Algo ha de querer la muy ladina, que me hizo dulce de calabaza... Preparó
comida como pa' una fiesta y adornó la mesa con flores de cempasúchil y
luego jaló pa' la ermita y no tiene pa' cuando regresar. Conque no me ande
de loca la Juana. El otro día vide a mi compadre Don Fulgencio muy girito,
muy girito campanearle el sombrero como si no tuviera gallinas en su
corral. Y la Juana que se puso roja roja como jitomate. Ta' güeno que nos
apadrinó un chamaco y nos regaló una vaca, pero... ¡Ah! ¡Cuidadito y la
Juana me quiera poner los cuernos! Hasta ahorita sólo sabe lo que es un
ojo morado y unas cuantas magulladas cuando no se quiere someter a mi
autoridá', o se me quiere poner rejega, pero que no me quiera ver la cara
de güey porque... ¡Ay! Juana, mi Juana, por qué tardas tanto...

-¡Juana, ya era hora de que regresaras, vieja! ¿Pos' dónde has andado? Los
tamales ya están fríos y...
-Órale niños, jálense a lavarse las manos que ya vamos a comer.
-Juana, ¿por qué no me contestas? ¡Te estoy hablando, pues! ¿Y cuáles
niños? Yo no veo a ninguno....¿De dónde sacaste ese rebozo nuevo y...?

II

Que ya pase este día, Virgencita, que ya pase... Y que ya pase mi
vergüenza de haber preferido penarlo que aguantarlo... Y cómo iba a ocultarle
mi panza que crece y crece al Ramiro, si por menos casi me mata, si
ya llevaba meses tirado de borracho sin retozar conmigo... Y una friéguese
y friéguese pa' que la traten a una pior que animal... Y mi madre conque
aguántese mija, aguántese, quesque así es la vida, pero pos' a mí
como que se me antoja la vida diferente, no sé cómo pero diferente...
Como cuando a Ramiro le temblaba hasta el bigote acechándome dar una
y otra vuelta en la plaza mayor, dando giros como mayate sólo por verlo,
pa' haber terminado en la mierda, como dice mi madre. Pero cómo iba yo
a saber, cómo iba yo a saber... Puras promesas... Por eso ese día que lavabaen el río y se me apareció el Ramiro dando tumbos y echando de gritosquesque ya todo el pueblo sabía que Don Fulgencio y yo... Tan fácil que fuedarle un empujón al río... Y es que el Fulgencio sí que sabe hacerla sentira una mujer...

-Juana ¿por qué te quedas callada? ¡Contéstame te digo!
-¡Ramirito, José, dejen de estarse peleando, respeten la memoria de su
padre, que en gloria esté, en este Día de Todos los Santos!
-¿Día de Todos los Santos? ¡Virgen Santa! ¡Juana, Juana, por Dios, contéstame!

III

A buena hora se vino a morir el Ramiro. Y ahora qué hago yo con
la Juana con dos chamacos y otro a mi haber que viene en camino, como
si no tuviera yo los míos. Es capaz hasta de contárselo a Consuelo, por
mucho que sea su hermana. No puede decirle uno a las viejas mi vida, mi
alma, porque ya quieren casa aparte. Habrá que ver cómo deshacerme de
la Juana... Celestino nunca me falla pa' estos trabajitos....

IV

Bien te lo tienes merecido, Fulgencio, estar tan enterrado y tan frío
como Ramiro y la Juana... Y qué te pensabas, que tu Consuelito se iba a
quedar con los brazos cruzados... Todo te lo hubiera perdonado, canijo,
pero eso de haber matado a mi hermana... Vente, Celestino, comamos de
la ofrenda de los muertos, y re a luego vente a mi cama, que ando con
apuro de seguir saldándote la cuenta de mi encarguito...



Aletse